Este
sociólogo alemán fue y es uno de los tres clásicos de la Sociología.
Consignas
a responder:
1) ¿En
qué contexto histórico nace Weber?
Max
Weber nació en Erfurt (Alemania), el 21 de abril de 1864 y murió en Munich, el
14 de junio de 1920; fue un filósofo, economista, jurista,
historiador, politicólogo y sociólogo; es considerado uno de los fundadores del
estudio moderno de la Sociología y de la
Administración Pública, con un marcado sentido antipositivista. Este intelectual alemán
fue testigo de la creación del Imperio (1871), de su hundimiento (1918) y del
nacimiento de la República de Weimar (1919), a la redacción de cuya
constitución contribuyó decisivamente. A lo largo de su vida conoció dos
guerras nacionales (la de 1866 y la de 1870), una guerra mundial (1914-1918) y
tres revoluciones (las de 1905 y 1917 en Rusia y la de 1918 en Alemania).
Su
disección de la sociedad burguesa es una consecuencia de su conocimiento vivo
de la historia y de su experiencia inmediata de la transformación del mundo
cultural que había sido el de los grandes propietarios latifundistas prusianos
aburguesados y que acabará siendo el de
las tensiones obreras y el ascenso de la socialdemocracia. Weber realizó un exhaustivo análisis de la concentración
industrial y de las consecuencias ideológicas y políticas de la modernidad
económica que hereda tanto como transforma radicalmente el viejo panorama
ideológico protestante. Su análisis de la religión, de la política y de las
formas de legitimación son indisociables del cambio que experimenta Alemania, y
casi Europa occidental entera, entre mediados del Siglo XIX y principios del
Siglo XX. Como sociólogo, Max Weber ofrece un testimonio sobre
la crisis de la tradición prusiana (aristocrática, autoritaria, patriarcal) y
sobre el surgimiento de los Estados modernos (de democracia representativa,
burocráticos, legal-racionales, etc.).
2) ¿Cómo
es considerada la sociología weberiana?, ¿Por qué?
La sociología analiza el contexto de las prácticas
sociales. La sociología weberiana está atravesada por las relaciones que se
establecen entre la economía y la sociedad, en el contexto histórico –político-
que le tocó vivir y también por una
relación ética que establece entre el protestantismo y el capitalismo. Max
Weber, como pensador, asume y resume las tradiciones políticas de la
Alemania de su época: fue liberal, se implicó en el pensamiento social
cristiano y terminó en el “Deutsche Demokratische Partei” en 1919, después de
haber estado vinculado a la socialdemocracia, que le desagradaba porque la
consideraba “burocrática”.
Weber no pretende transformar el mundo, pero comparte con Marx un enfoque
metodológico básico: el de explicar las sociedades como un conjunto de
estructuras y de prácticas sociales colectivas.
Max Weber establece una
distancia, o “neutralidad axiológica” si se prefiere, en lo que se refiere a
las consideraciones morales, en esta dirección, escribió en 1892: “desde el punto de vista de la razón de
estado; éste no es para mí un problema referente a los obreros agrícolas, no
pregunto si viven bien o mal y cómo se los puede ayudar”.
Weber no acepta el
reduccionismo de la hipótesis central del marxismo, la primacía del factor
económico para explicar el capitalismo. Para la sociología weberiana el triunfo
del capitalismo no se debe a la plusvalía ni al maquinismo, sino a la
eficiencia social de unos valores encarnados por la ética –protestante-, que ha
hecho del trabajo un estilo de vida que va mucho más lejos del puro elemento
económico e impregna todas las acciones de alemanes e ingleses. Weber descubre en Nietzsche la idea fundamental de su
sociología: el lugar central que ocupan los valores, su papel fundador de la
conciencia social que es, a la vez, conciencia moral. Nietzsche le demuestra que
los valores no son eternos y que lo fundamental para un sociólogo es comprender
como determinados valores se han convertido en tópicos, hasta volverse incluso
incapaces de identificarse como tales: es la aquiescencia social, el contexto
histórico y la utilidad de los valores para fundar estilos de vida lo que nos
ofrece el criterio para comprender cómo funciona y como se articula una acción
social.
Weber realiza empíricamente el programa de
La Genealogía de la Moral. Weber considera, más bien, necesario elaborar
conceptos teóricos que permitan dar cuenta de las realidades sociales, desde un
punto de vista dinámico.
La
sociología interpretativa o comprensiva considera al individuo y su acción como
su unidad básica. Como su átomo, si puedo permitirme emplear excepcionalmente
esta discutible comparación. Desde esta perspectiva, el individuo constituye
también el límite superior y es el único depositario de una conducta
significativa. En general, en sociología, conceptos tales como “estado”,
“asociación”, “feudalismo”, entre otros términos “políticos”, designan
categorías determinadas de interacción humana. En consecuencia la teoría de la
sociología consiste en reducir estos conceptos a “acciones comprensibles”, aplicables
a las acciones de hombres individuales participantes. Los
dos conceptos que permiten comprender el desarrollo de la sociología weberiana
son los de “actor socializado” y “acción instituida”; ambos permiten superar el
tópico del “individualismo sociológico” que es más complejo de lo que su
explicación elemental sugiere. Hablar de «actor socializado», sugiere que
el individuo forma parte de una serie de redes de relaciones sociales, fuera de
las cuales no puede ser comprendido.
El punto de vista del «actor socializado»,
es decir, la comprensión que los propios actores tienen de su propia función es
sociológicamente fundamental. Esos actores, organizados, son la base de toda
acción social. Weber distingue entre “clases sociales”, “grupos de estatus” y
“partidos políticos”, estratos distintos que corresponden respectivamente a los
órdenes económico, social y político. Este autor en la famosa
primera frase de su “Economía y Sociedad” define la sociología como: «... una
ciencia que se propone comprender por interpretación la actividad social
interpretándola, y a partir de ahí explicar causalmente su desarrollo y sus
efectos».
De
aquí se derivan las tres etapas de toda sociología: “comprensión”, “interpretación”
y “explicación”, que no se pueden considerarse como peldaños de una escalera
sino como formas de análisis convergentes de la realidad social, sin considerar
a una “superior” a otra. “Interpretar” la acción social llega a ser posible
mediante la construcción de “ideales tipo” o “tipologías”. Un “ideal tipo” es
una construcción abstracta, de estatuto provisional, susceptible de ordenar el
caos, la infinita diversidad de lo real.
Las cuatro constantes de la
filosofía de Weber
a. La especificidad del
racionalismo occidental. La especificidad del mundo occidental y de la modernidad
está vinculada según Weber a la «racionalización» y al «desencantamiento del
mundo». Esos dos principios de acción social, que no se han dado en ninguna
otra parte del planeta, se expresan de una forma especialmente significativa en
la organización capitalista del trabajo y en el Estado burocrático moderno, con
su énfasis en el criterio de eficacia.
b. La ordenación de la conducta y construcción de
un “orden vital”: Un segundo gran tema weberiano es el de la forma como las
religiones construyen el “ethos” de los individuos, es decir, el orden
normativo interiorizado, que da forma a la conducta. Para WEBER es importante
destacar que ese “ethos” no constituye algo puramente limitado a las ideas,
sino que tiene consecuencias sociales y, además, no surge de individuos
aislados sino de grupos que consideran su ética como un signo distintivo
explícito en la acción social.
c. La tensión entre
racionalidad e irracionalidad. Es uno de los temas básicos del mundo moderno.
Una parte básica de los estudios históricos weberianos está orientada a mostrar
cómo lo racional emerge de lo irracional, de manera que no resulta posible
mantener una escisión entre ambos niveles; de hecho ni siquiera una pueden ser
nítidamente diferenciados. Lo “irracional” fascina a los intelectuales de su
época: Sigmund Freud, Thomas Mann y Weber lo investigan –y se sienten atraídos
por su estudio.
d. La influencia de las
disposiciones éticas. Es la otra gran constante del pensamiento social
weberiano. La burguesía, además –y por encima– de ser un sistema económico, o
una clase social con una serie de derechos jurídicos es un “ethos”, en ruptura
con los principios tradicionales, centrada en la conciencia profesional y que
sitúa el trabajo como valor central que da sentido a la vida. El “ethos”
protestante puede parecer contradictorio –acumula riqueza pero mantiene la
prohibición radical de disfrutarla– y constituye un ascetismo secular por oposición
al ascetismo religioso.
3) ¿Qué
función o qué era la religión para Weber?
A diferencia de Carlos Marx,
Max Weber no se interesa por el capitalismo en oposición a una (hipotética)
sociedad socialista, sino como expresión de la especificidad del mundo occidental
y de la racionalidad moderna. Para ambos el capitalismo es un hecho
determinante en el destino del hombre, pero Weber no ve una causalidad
económica determinante en la historia, sino una sincronía de elementos,
religiosos, económicos y éticos que al entrecruzarse en un determinado momento
dan origen a una determinada racionalidad capitalista. Weber intenta explicar
la “mentalidad económica”, capaz de elaborar el “ideal tipo” capitalista,
cuando la creación de riqueza se convierte en un imperativo moral. Hay un
momento, coincidente con la época en la que vivió Martín Lutero, en que la palabra
alemana ““vocación” pierde su sentido religioso y se convierte en “profesión”
o, mejor incluso, en una mezcla de ambas: “vocación” y “profesión”.
Sería un error -un
reduccionismo insostenible a partir de los textos de Weber, limitar el
nacimiento del capitalismo moderno a la sola extensión de la mentalidad
calvinista. Es más correcto considerar que la racionalidad del capitalismo
surge cuando la responsabilidad individual de los fieles, que originariamente
se expresaba a través del examen de conciencia, que en principio es un
mecanismo religioso, llega a convertirse en un sistema –una ascética– del
autocontrol económico. Así, la racionalización de lo que en origen era una
estructura religiosa se erige en principio unificador y organizador de la vida
social. La vocación (ética, religiosa) y el oficio (actividad económica) se
confunden como medios a través de los cuales se expresa –y se agradece– la
bendición de Dios y se realiza el destino de los humanos. Dicho de otra manera,
la vocación que antaño se expresaba en el ámbito monástico se concreta, de
ahora en adelante, en la multiplicación de los beneficios en el mercado. La
«santidad en el obrar elevada a sistema», propia del luteranismo se encontraba
“con” y “en” la economía moderna (Weber detecta que en el protestantismo “no
está mal” acumular riqueza, como sí lo está para otras religiones y
cultos).
Max Weber fue Luterano por
formación y tuvo preferencia por el rigorismo calvinista, cuya severidad e
intransigencia traspasó a su conducta vital. Tal vez no estaría de más
recordar, sin ser demasiado freudianos, que el calvinismo era también la
religión de su madre. Weber participó en diversos congresos de cristianismo
social y se interesó por la acción social de la iglesia que constituía la
expresión más pura de la fe. Pero cuando aborda el estudio de las religiones,
sea el judaísmo o el calvinismo, se impone a sí mismo una radical “neutralidad
axiológica” y da muestras de una impresionante erudición histórica. Lo que le
interesa es, básicamente, poner de relieve la relación entre religión y
modernización y lo que denominó «desencantamiento del mundo», es decir, el
proceso de racionalización en su crítica de la fe. Conviene dejar claro es que,
para Weber, la religión no puede ser rechazada como si se tratara de algo
irracional (los 10 mandamientos del judaísmo establecieron un mecanismo “legalista”
y racionalizador).
4) ¿Cuáles
son los mecanismos que pone en marcha la autoridad política?
Los tres mecanismos que pone
en marcha la autoridad política son: «dominio», «obediencia» y «legitimidad».
Que la sumisión no se consiga por una explícita violencia sino por “adhesión”
de los individuos no puede explicarse sin acudir a mecanismos de fascinación
por el poder, como los que aparecen en el concepto de “servidumbre voluntaria”
(La Boétie). La ritualización del poder, la aceptación de su legitimidad
indiscutida y la persuasión son creencias sin las cuales ningún Estado puede
subsistir y que necesita divulgar. La
dominación es una construcción social y, por esto mismo, estudiar los
mecanismos de creación de la obediencia o, por mejor decir, de la docilidad
resulta imprescindible en cualquier teoría sobre el poder. La relación de
fuerzas desiguales (recuérdese que toda acción social es una relación social)
tendría que hacer difícil el establecimiento de un “orden” social; y sin
embargo el orden social existe porque se han encontrado mecanismos para hacerlo
no sólo legítimo sino incluso deseable para los humanos.
Hay, según la clasificación
que estableció Weber -y que hoy es considerada clásica, tres “ideales tipos” de
legitimidad y dominación, cada una de las cuales engendra su propio nivel de
racionalidad:
Dominación
tradicional es la que se basa en la creencia en el
carácter sagrado de las tradiciones y de quienes dominan en su nombre. El orden
es sagrado porque proviene de “siempre” y porque “toda la vida” de ha visto y
se ha hecho igual. La técnica de gobierno consiste en emmascarar que la
tradición es una invención y que el patrimonio base del poder patriarcal se
basa en la explotación de los otros miembros de la familia (en el caso de las
familias extensas) y en no diferenciar entre patrimonio personal y patrimonio del
Estado (caso de las monarquías).
Dominación
carismática es la que se basa en la creencia según la cual
un individuo posee alguna característica o aptitud que le convierte en
“especial”; se fundamenta en líderes que se oponen a la tradición y crean un orden
nuevo. Es el tipo de los profetas. Las técnicas mediante las cuales se puede
fabricar el carisma dependen de circunstancias históricas –Weber vivió antes
que se inventara la televisión– pero es obvio que se trata de una construcción
social y que existe una correlación entre carisma y debilidad de las
estructuras sociales; “el éxito de un buen político o de un emprendedor está
vinculado a la capacidad de usar su carisma para institucionalizar un nuevo
orden legal”.
Dominación
racional (o “legal-racional”) es la que se da en los Estados
modernos, en que legitimidad y legalidad tienden a confundirse, pues, de hecho,
el orden procede de una ley –entendida como regla universal, impersonal y
abstracta. Es la expresión de la racionalización: formal, basada en procedimientos,
previsible, calculable y burocrática, en este sentido caben aquí no sólo
regímenes democráticos, sino también el “socialismo burocrático”.
5) ¿Qué
es la burocracia para Weber?
Según
Weber, la burocracia es el pilar fundamental del moderno Estado de derecho, en
la medida que permite diferenciar la esfera político-administrativa de otras
esferas o niveles de prácticas sociales y disciplinas o campos de estudio (como
la religión, la economía, la linguística o la pedagogía). En este sentido cumple
un papel racionalizador. Incluso si se defiende que la violencia del Estado es
“legítima”, es porque se diferencia claramente de la violencia feudal
indiscriminada. Si existe un estado de derecho necesariamente debe existir una
burocracia que dé sentido y estructura organizativa a la ley. Esa es la figura
del burócrata. Si la ley es abstracta, impersonal e igualitaria, el burócrata
debe ser exactamente así también. Para Weber, la burocratización no es sólo
algo inevitable en el capitalismo sino que constituye el destino común a todas
las sociedades modernas, incluso las de tipo socialista. La “dictadura del
funcionario”, y no la del proletariado, como creían los marxistas, es la que
nos acecha en el futuro.
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