31/10/14

Max Weber

Este sociólogo alemán fue y es uno de los tres clásicos de la Sociología.
Consignas a responder:

1) ¿En qué contexto histórico nace Weber?

Max Weber nació en Erfurt (Alemania), el 21 de abril de 1864 y murió en Munich, el 14 de junio de 1920; fue un filósofo, economista, jurista, historiador, politicólogo y sociólogo;  es considerado uno de los fundadores del estudio moderno de la Sociología y  de la Administración Pública, con un marcado sentido antipositivista. Este intelectual alemán fue testigo de la creación del Imperio (1871), de su hundimiento (1918) y del nacimiento de la República de Weimar (1919), a la redacción de cuya constitución contribuyó decisivamente. A lo largo de su vida conoció dos guerras nacionales (la de 1866 y la de 1870), una guerra mundial (1914-1918) y tres revoluciones (las de 1905 y 1917 en Rusia y la de  1918 en Alemania).

Su disección de la sociedad burguesa es una consecuencia de su conocimiento vivo de la historia y de su experiencia inmediata de la transformación del mundo cultural que había sido el de los grandes propietarios latifundistas prusianos aburguesados  y que acabará siendo el de las tensiones obreras y el ascenso de la socialdemocracia. Weber realizó un exhaustivo análisis de la concentración industrial y de las consecuencias ideológicas y políticas de la modernidad económica que hereda tanto como transforma radicalmente el viejo panorama ideológico protestante. Su análisis de la religión, de la política y de las formas de legitimación son indisociables del cambio que experimenta Alemania, y casi Europa occidental entera, entre mediados del Siglo XIX y principios del Siglo XX. Como sociólogo, Max Weber ofrece un testimonio sobre la crisis de la tradición prusiana (aristocrática, autoritaria, patriarcal) y sobre el surgimiento de los Estados modernos (de democracia representativa, burocráticos, legal-racionales, etc.).

2) ¿Cómo es considerada la sociología weberiana?, ¿Por qué?

La sociología analiza el contexto de las prácticas sociales. La sociología weberiana está atravesada por las relaciones que se establecen entre la economía y la sociedad, en el contexto histórico –político-  que le tocó vivir y también por una relación ética que establece entre el protestantismo y el capitalismo. Max Weber, como pensador, asume y resume las tradiciones políticas de la Alemania de su época: fue liberal, se implicó en el pensamiento social cristiano y terminó en el “Deutsche Demokratische Partei” en 1919, después de haber estado vinculado a la socialdemocracia, que le desagradaba porque la consideraba “burocrática”.

Weber no pretende transformar el mundo,  pero comparte con Marx un enfoque metodológico básico: el de explicar las sociedades como un conjunto de estructuras y de prácticas sociales colectivas.

Max Weber establece una distancia, o “neutralidad axiológica” si se prefiere, en lo que se refiere a las consideraciones morales, en esta dirección, escribió en 1892:  “desde el punto de vista de la razón de estado; éste no es para mí un problema referente a los obreros agrícolas, no pregunto si viven bien o mal y cómo se los puede ayudar”.

Weber no acepta el reduccionismo de la hipótesis central del marxismo, la primacía del factor económico para explicar el capitalismo. Para la sociología weberiana el triunfo del capitalismo no se debe a la plusvalía ni al maquinismo, sino a la eficiencia social de unos valores encarnados por la ética –protestante-, que ha hecho del trabajo un estilo de vida que va mucho más lejos del puro elemento económico e impregna todas las acciones de alemanes e ingleses. Weber descubre en Nietzsche la idea fundamental de su sociología: el lugar central que ocupan los valores, su papel fundador de la conciencia social que es, a la vez, conciencia moral. Nietzsche le demuestra que los valores no son eternos y que lo fundamental para un sociólogo es comprender como determinados valores se han convertido en tópicos, hasta volverse incluso incapaces de identificarse como tales: es la aquiescencia social, el contexto histórico y la utilidad de los valores para fundar estilos de vida lo que nos ofrece el criterio para comprender cómo funciona y como se articula una acción social.

Weber realiza empíricamente el programa de La Genealogía de la Moral. Weber considera, más bien, necesario elaborar conceptos teóricos que permitan dar cuenta de las realidades sociales, desde un punto de vista dinámico.

La sociología interpretativa o comprensiva considera al individuo y su acción como su unidad básica. Como su átomo, si puedo permitirme emplear excepcionalmente esta discutible comparación. Desde esta perspectiva, el individuo constituye también el límite superior y es el único depositario de una conducta significativa. En general, en sociología, conceptos tales como “estado”, “asociación”, “feudalismo”, entre otros términos “políticos”, designan categorías determinadas de interacción humana. En consecuencia la teoría de la sociología consiste en reducir estos conceptos a “acciones comprensibles”, aplicables a las acciones de hombres individuales participantes. Los dos conceptos que permiten comprender el desarrollo de la sociología weberiana son los de “actor socializado” y “acción instituida”; ambos permiten superar el tópico del “individualismo sociológico” que es más complejo de lo que su explicación elemental sugiere. Hablar de «actor socializado», sugiere que el individuo forma parte de una serie de redes de relaciones sociales, fuera de las cuales no puede ser comprendido. 

El punto de vista del «actor socializado», es decir, la comprensión que los propios actores tienen de su propia función es sociológicamente fundamental. Esos actores, organizados, son la base de toda acción social. Weber distingue entre “clases sociales”, “grupos de estatus” y “partidos políticos”, estratos distintos que corresponden respectivamente a los órdenes económico, social y político. Este autor en la famosa primera frase de su “Economía y Sociedad” define la sociología como: «... una ciencia que se propone comprender por interpretación la actividad social interpretándola, y a partir de ahí explicar causalmente su desarrollo y sus efectos».

De aquí se derivan las tres etapas de toda sociología: “comprensión”, “interpretación” y “explicación”, que no se pueden considerarse como peldaños de una escalera sino como formas de análisis convergentes de la realidad social, sin considerar a una “superior” a otra. “Interpretar” la acción social llega a ser posible mediante la construcción de “ideales tipo” o “tipologías”. Un “ideal tipo” es una construcción abstracta, de estatuto provisional, susceptible de ordenar el caos, la infinita diversidad de lo real.

Las cuatro constantes de la filosofía de Weber

a. La especificidad del racionalismo occidental. La especificidad del mundo occidental y de la modernidad está vinculada según Weber a la «racionalización» y al «desencantamiento del mundo». Esos dos principios de acción social, que no se han dado en ninguna otra parte del planeta, se expresan de una forma especialmente significativa en la organización capitalista del trabajo y en el Estado burocrático moderno, con su énfasis en el criterio de eficacia.

b.  La ordenación de la conducta y construcción de un “orden vital”: Un segundo gran tema weberiano es el de la forma como las religiones construyen el “ethos” de los individuos, es decir, el orden normativo interiorizado, que da forma a la conducta. Para WEBER es importante destacar que ese “ethos” no constituye algo puramente limitado a las ideas, sino que tiene consecuencias sociales y, además, no surge de individuos aislados sino de grupos que consideran su ética como un signo distintivo explícito en la acción social.

c. La tensión entre racionalidad e irracionalidad. Es uno de los temas básicos del mundo moderno. Una parte básica de los estudios históricos weberianos está orientada a mostrar cómo lo racional emerge de lo irracional, de manera que no resulta posible mantener una escisión entre ambos niveles; de hecho ni siquiera una pueden ser nítidamente diferenciados. Lo “irracional” fascina a los intelectuales de su época: Sigmund Freud, Thomas Mann y Weber lo investigan –y se sienten atraídos por su estudio.

d. La influencia de las disposiciones éticas. Es la otra gran constante del pensamiento social weberiano. La burguesía, además –y por encima– de ser un sistema económico, o una clase social con una serie de derechos jurídicos es un “ethos”, en ruptura con los principios tradicionales, centrada en la conciencia profesional y que sitúa el trabajo como valor central que da sentido a la vida. El “ethos” protestante puede parecer contradictorio –acumula riqueza pero mantiene la prohibición radical de disfrutarla– y constituye un ascetismo secular por oposición al ascetismo religioso.

3) ¿Qué función o qué era la religión para Weber?

A diferencia de Carlos Marx, Max Weber no se interesa por el capitalismo en oposición a una (hipotética) sociedad socialista, sino como expresión de la especificidad del mundo occidental y de la racionalidad moderna. Para ambos el capitalismo es un hecho determinante en el destino del hombre, pero Weber no ve una causalidad económica determinante en la historia, sino una sincronía de elementos, religiosos, económicos y éticos que al entrecruzarse en un determinado momento dan origen a una determinada racionalidad capitalista. Weber intenta explicar la “mentalidad económica”, capaz de elaborar el “ideal tipo” capitalista, cuando la creación de riqueza se convierte en un imperativo moral. Hay un momento, coincidente con la época en la que vivió   Martín Lutero, en que la palabra alemana ““vocación” pierde su sentido religioso y se convierte en “profesión” o, mejor incluso, en una mezcla de ambas: “vocación” y “profesión”.

Sería un error -un reduccionismo insostenible a partir de los textos de Weber, limitar el nacimiento del capitalismo moderno a la sola extensión de la mentalidad calvinista. Es más correcto considerar que la racionalidad del capitalismo surge cuando la responsabilidad individual de los fieles, que originariamente se expresaba a través del examen de conciencia, que en principio es un mecanismo religioso, llega a convertirse en un sistema –una ascética– del autocontrol económico. Así, la racionalización de lo que en origen era una estructura religiosa se erige en principio unificador y organizador de la vida social. La vocación (ética, religiosa) y el oficio (actividad económica) se confunden como medios a través de los cuales se expresa –y se agradece– la bendición de Dios y se realiza el destino de los humanos. Dicho de otra manera, la vocación que antaño se expresaba en el ámbito monástico se concreta, de ahora en adelante, en la multiplicación de los beneficios en el mercado. La «santidad en el obrar elevada a sistema», propia del luteranismo se encontraba “con” y “en” la economía moderna (Weber detecta que en el protestantismo “no está mal” acumular riqueza, como sí lo está para otras religiones y cultos). 
 
Max Weber fue Luterano por formación y tuvo preferencia por el rigorismo calvinista, cuya severidad e intransigencia traspasó a su conducta vital. Tal vez no estaría de más recordar, sin ser demasiado freudianos, que el calvinismo era también la religión de su madre. Weber participó en diversos congresos de cristianismo social y se interesó por la acción social de la iglesia que constituía la expresión más pura de la fe. Pero cuando aborda el estudio de las religiones, sea el judaísmo o el calvinismo, se impone a sí mismo una radical “neutralidad axiológica” y da muestras de una impresionante erudición histórica. Lo que le interesa es, básicamente, poner de relieve la relación entre religión y modernización y lo que denominó «desencantamiento del mundo», es decir, el proceso de racionalización en su crítica de la fe. Conviene dejar claro es que, para Weber, la religión no puede ser rechazada como si se tratara de algo irracional (los 10 mandamientos del judaísmo establecieron un mecanismo “legalista” y racionalizador).

4) ¿Cuáles son los mecanismos que pone en marcha la autoridad política?

Los tres mecanismos que pone en marcha la autoridad política son: «dominio», «obediencia» y «legitimidad». Que la sumisión no se consiga por una explícita violencia sino por “adhesión” de los individuos no puede explicarse sin acudir a mecanismos de fascinación por el poder, como los que aparecen en el concepto de “servidumbre voluntaria” (La Boétie). La ritualización del poder, la aceptación de su legitimidad indiscutida y la persuasión son creencias sin las cuales ningún Estado puede subsistir y que necesita divulgar.  La dominación es una construcción social y, por esto mismo, estudiar los mecanismos de creación de la obediencia o, por mejor decir, de la docilidad resulta imprescindible en cualquier teoría sobre el poder. La relación de fuerzas desiguales (recuérdese que toda acción social es una relación social) tendría que hacer difícil el establecimiento de un “orden” social; y sin embargo el orden social existe porque se han encontrado mecanismos para hacerlo no sólo legítimo sino incluso deseable para los humanos.

Hay, según la clasificación que estableció Weber -y que hoy es considerada clásica, tres “ideales tipos” de legitimidad y dominación, cada una de las cuales engendra su propio nivel de racionalidad:

Dominación tradicional es la que se basa en la creencia en el carácter sagrado de las tradiciones y de quienes dominan en su nombre. El orden es sagrado porque proviene de “siempre” y porque “toda la vida” de ha visto y se ha hecho igual. La técnica de gobierno consiste en emmascarar que la tradición es una invención y que el patrimonio base del poder patriarcal se basa en la explotación de los otros miembros de la familia (en el caso de las familias extensas) y en no diferenciar entre patrimonio personal y patrimonio del Estado (caso de las monarquías).

Dominación carismática es la que se basa en la creencia según la cual un individuo posee alguna característica o aptitud que le convierte en “especial”; se fundamenta en líderes que se oponen a la tradición y crean un orden nuevo. Es el tipo de los profetas. Las técnicas mediante las cuales se puede fabricar el carisma dependen de circunstancias históricas –Weber vivió antes que se inventara la televisión– pero es obvio que se trata de una construcción social y que existe una correlación entre carisma y debilidad de las estructuras sociales; “el éxito de un buen político o de un emprendedor está vinculado a la capacidad de usar su carisma para institucionalizar un nuevo orden legal”.

Dominación racional (o “legal-racional”) es la que se da en los Estados modernos, en que legitimidad y legalidad tienden a confundirse, pues, de hecho, el orden procede de una ley –entendida como regla universal, impersonal y abstracta. Es la expresión de la racionalización: formal, basada en procedimientos, previsible, calculable y burocrática, en este sentido caben aquí no sólo regímenes democráticos, sino también el “socialismo burocrático”.

5) ¿Qué es la burocracia para Weber?


Según Weber, la burocracia es el pilar fundamental del moderno Estado de derecho, en la medida que permite diferenciar la esfera político-administrativa de otras esferas o niveles de prácticas sociales y disciplinas o campos de estudio (como la religión, la economía, la linguística o la pedagogía). En este sentido cumple un papel racionalizador. Incluso si se defiende que la violencia del Estado es “legítima”, es porque se diferencia claramente de la violencia feudal indiscriminada. Si existe un estado de derecho necesariamente debe existir una burocracia que dé sentido y estructura organizativa a la ley. Esa es la figura del burócrata. Si la ley es abstracta, impersonal e igualitaria, el burócrata debe ser exactamente así también. Para Weber, la burocratización no es sólo algo inevitable en el capitalismo sino que constituye el destino común a todas las sociedades modernas, incluso las de tipo socialista. La “dictadura del funcionario”, y no la del proletariado, como creían los marxistas, es la que nos acecha en el futuro.

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